Países Bajos se había quedado huérfano de Fórmula 1. La categoría automovilística fue una habitual en el circuito de Zandvoort desde su construcción en 1948 -aunque no fue hasta el 52 cuando oficialmente se consideró carrera del mundial- hasta la última edición de 1985. Durante estos últimos 36 años fue olvidado, pero este fin de semana volverán a rugir los motores en su asfalto.
Un asfalto remodelado y que tendría que haber sido estrenado el año pasado, aunque por causas de la pandemia se tuvo que retrasar a esta temporada 2021. Un asfalto que primigeniamente no estaba destinado para albergar carreras, sino para uso de defensa contra la invasión alemana.
Allá por los años 30, el alcalde de la localidad validó la construcción de una vía pegada al mar que llegaba directamente al pueblo, con la intención de usarla para desfiles al finalizar la guerra. Realmente, la construcción de dicha recta fue como medida desesperada para que sus ciudadanos no fueran enviados a Alemania a campos de trabajo, esclavizados por los nazis.
La vía principal fue conectada posteriormente a otros tramos que desembocaban en puestos de defensa de las fuerzas alemanas situados en la costa y cuando la contienda llegó a su fin, con la retirada de los derrotados, esos tramos fueron reformados, ampliados y entrelazados entre ellos para formar el esbozo del origen del circuito de carreras.
Lo diseñaron responsables de la Real Asociación Motociclista Neerlandesa bajo el asesoramiento de Sammy Davis, corredor inglés que ganó las 24 Horas de Le Mans en 1927.
El circuito presentaba secciones reviradas, con curvas rápidas y peraltadas. Durante muchos años, Zandvoort fue un éxito, hasta que se empezaron a confeccionar bólidos más potentes y rápidos que ponían en cuestión la peligrosidad de la prueba.
En los años 70 se produjeron un par de accidentes mortales que forzaron a la remodelación de varios sectores, en especial de la curva 'Honderlwak', donde fallecieron ambos pilotos.
Poco después se decidió acortar drásticamente la distancia del recorrido, con lo que se perdió la esencia que le llevó a ser uno de los atractivos del calendario. Nicki Lauda fue el último en subirse a lo más alto del podio de ese Gran Premio en el 85, acompañado de Alain Prost y Ayrton Senna.
Una imagen mítica que se busca repetir, después de un cambio que ha lavado la cara del circuito. Después de haberse considerado en bancarrota a finales de los 80, las reformas se hicieron posibles con la llegada de un nuevo grupo inversor, que le ha devuelto el aspecto de sus mejores años.
Las principales modificaciones se encuentran en la ampliación y el asfaltado de algunas escapatorias, nuevas instalaciones y la remodelación de las curvas 1, 3 y 14; ésta última, la joya de la corona.
Es un giro único en la Fórmula 1. El viraje lleva el nombre de Arie Luyendyk, piloto neerlandés que ganó en dos ocasiones las 500 Millas de Indianápolis. Con un porcentaje del 32% (18°), el peralte hace honor a la última curva del mítico circuito americano, siendo éste dos veces superior al de Indianápolis y no muy diferente al original de Monza, donde se alcanzaban los 21°.
Una pista de la vieja escuela en tiempos modernos que vuelve con motivo de la irrupción del hijo predilecto del país, Max Verstappen, quien tiene opciones de ganar su primer campeonato mundial y será llevado en volandas por la marea naranja, esta vez jugando de local.