Qué bien saben los éxitos cuando uno ha de sudar para conseguirlos. Qué bien le debe saber a Carlos Sainz haberse subido al podio de Rusia. A un podio caro, carísimo. A uno al que para subirse era necesario algo más que hacer una carrera extraordinaria. Él la hizo, y además dio ese plus que hace falta cuando el agua aparece. Cuando toca decidir. Cuando hay que acertar.
Y acertó. Y no era fácil. Porque donde él hizo lo que debía otros, como Lando Norris, Charles Leclerc y, desgraciadamente, Fernando Alonso, no tomaron la mejor de las elecciones. Él sí, y es que desde el inicio de la carrera puso su nombre entre los favoritos a todo en Sochi.
Porque él destrozó todas las previsiones con el apagado del semáforo. Segundo salía, desde la zona sucia. Desde un lugar desde el que no se obtienen precisamente buenos resultados cuando toca arrancar. Porque era mejor salir tercero, pero él dijo que eso daba lo mismo. Que el hecho de que en dos temporadas fuera el tercero el primero tras las dos curvas iniciales no iba con él.
Líder hasta que los neumáticos cayeron
Adelantó a Norris. Defendió el interior, y le dio el rebufo necesario para tener un buen acelerón y pasarlo. Tiró, y mucho, durante las vueltas iniciales, llegando a abrir brecha con Lando hasta que sus neumáticos dijeron adiós. En ese instante no hubo demasiada pelea.
Desde ahí, duros y a ver qué pasaba. Pues pasó la lluvia. Y pasó que tocó tomar una decisión. Cada vez había más agua. Era tercero tras las paradas, pero le pasaron Pérez, Alonso... Llegó a rodar séptimo, pero entró para poner gomas de agua y hasta el final.
Hamilton, Verstappen... y Sainz
Hasta ver cómo Norris se iba por fuera, cómo Leclerc apenas podía tener el coche en pista. Hasta ver cómo, al entrar por la bandera a cuadros, era tercero.
Por fin pudo incluso saborear una ceremonia de podio sin esperar a ver si pasaba A, B o Z. Se lo ha ganado. Y el podio con Hamilton y Verstappen ya es uno de los mejores recuerdos que tiene en su trayectoria dentro de la Fórmula 1.