Pintaba mal, muy mal, el sábado para Fernando Alonso. Pintaba horrible. Horrible apuntando a desastre. Porque todo se torció. Porque nada se sabe de las mejoras. De las evoluciones. Del progreso. De las promesas de Aston Martin para Imola. Porque lo que mal empezó mal terminó. Porque los Libres 3 fueron tan solo un anticipo de lo que estaba por llegar.

Y es que la visita al muro tuvo consecuencias. Esa visita a las protecciones. Ese error, eso que no suele cometer el bicampeón del mundo. Eso que, de vez en cuando, sucede. El AMR24, destrozado. Peor de lo que en un comienzo parecía cuando Alonso se bajó del coche.

Porque comenzaron las dudas. Comenzaron cuando el monoplaza llegó al garaje. Había tiempo, pero quizá no lo suficiente. Quedaban horas, pero quizá no las suficientes. La clasificación se acercaba, y los nervios en Aston Martin eran más que notables.

Quizá sí. Quizá no. Cuando quedaban diez minutos para las 16:00 todavía no estaba claro que Fernando pudiera participar en la Q1. Luego, cuando se subió al coche al encenderse el semáforo, parecía estar todo en orden. Sí, eso parecía... pero no.

Y de nuevo a la grava

No lo estaba. El coche, con daños evidentes en fondo plano, motor, chasis y suspensión, llegó con lo justo y como pudo. Una vuelta pudo dar Alonso. Una que no le sirvió. Era séptimo; acabó 20º. Porque cuando la pista mejoraba él poco pudo hacer.

Aprovechó, o intentó aprovechar, un rebufo de un McLaren en el primer sector para ganar velocidad. Quizá demasiada ganó, pues el coche se descontroló y volvió a irse a la grava. Al intentar de nuevo una vuelta, amarillo en los primeros metros de San Marino.

Abortó el intento. Al garaje. Al garaje y sabedor de que ya no había nada que hacer. Que estaba fuera. Que todo iba a depender de cuántos pudieran mejorarle. Lo hicieron todos, y Alonso saldrá 20º salvo sanción por detrás de Kevin Magnussen.

Parecía que iba a ser el punto de inflexión para Aston Martin... pero este GP de Emilia Romagna será, de nuevo, una carrera para sufrir. Una que puede demostrar, cuando haya algo mesurable, que en Silverstone no saben cómo actualizar un coche.