Un disfraz, un martillo y una cena de Navidad. Eso fue todo lo que necesitó Kimi Raikkonen para ser el centro de todas las miradas y carcajadas en la cena que su escudería, Alfa Romeo, organizó para despedir el año.
El finés, de igual manera que el la clasificación final del Mundial de Fórmula 1, se impuso a su compañero de equipo, Antonio Giovinazzi, tras lanzar el peso hasta el máximo disponible, alcanzando los 100 puntos.
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Los congregados en la fiesta no paraban de desternillarse ante el júbilo del siempre díscolo Raikkonen y éste no desaprovechó la ocasión para recordar sus tiempos de gloria en 2007, cuando todo eran vítores, en los que se convirtió en campeón del mundo de la Fórmula 1, entonces en Ferrari.