Es un guerrero. Lo es porque cualquier otro habría tenido más precaución con su primera visita al suelo en el GP de Emilia Romagna. Porque cualquier otro, al sentir la grava, habría ido más 'calmado' apenas unas horas después de dicho suceso. Pero no. Márquez no es así. Márquez está hecho de otra pasta. Márquez, Marc, no tuvo ni miedo ni temor en una clasificación en la que terminó séptimo.
En la que marcó un crono de 1:30.880. Más de ocho décimas más lento que Bagnaia, que hizo récord de pista, pero sabiendo que lo hizo después de caerse no una sino dos veces. Porque a la de la FP2 le siguió otra más en la 'qualy' de Misano.
Fue, además, nada más empezar. Apenas se llevaban unos minutos cuando el de Cervera se fue al suelo. Se fue de nuevo al suelo. Perdió por completo la moto para terminar en la grava en una acción que no iba a suponer, ni mucho menos, el final de Marc.
Porque se levantó. Porque, a pesar del a buen seguro dolor que sentía levantó de nuevo la Ducati de Gresini para volver a ponerla en la pista. Porque llegó al garaje. Porque, tras eso, regresó a la acción.
Lo hizo para no tener que hacer otra super remontada en Misano para ganar. Una remontada sí necesita, pero menos que la que precisó hace unas semanas para lograr su segundo triunfo consecutivo en MotoGP tras más de mil días sin saborear victoria.
El Mundial está en juego, y él bien sabe que los sábados no puede fallar. Sí, lo sabe. Y sí, se ha caído. Dos veces. Dos veces en apenas horas. Pero no, no se rindió. No se rindió y a buen seguro Bagnaia, que sale en la pole, va a tener tras él a Márquez en algún momento de lo que resta del fin de semana. Tras él... o quizá incluso delante.