Fue complicado. Fue difícil. Fue lo que más cuesta. Porque estaba ahí. A su alcance. En su mano. Porque lo tenía a punto. Pero no, todavía no era suyo. Todavía quedaba un paso más. Todavía tenía Alcaraz que rematar la faena ante Djokovic en la final de Wimbledon. Lo hizo, para conquistar su segundo título en la hierba británica, pero tuvo que sudar y mucho para poder celebrar su nuevo entorchado.
Porque lo hizo todo bien. Porque fue un rodillo, un huracán, en los dos primeros sets. En el tercero, todo igualado. Igualado hasta que volvió a romperle el saque. Hasta que tuvo, con su servicio, tres bolas de set, de partido y de campeonato.
Las perdió todas. Y además se quedó sin servicio. Todo, al tie break. A un tie break en el que Carlos se calmó y volvió a sacar su mejor tenis ante Djokovic.
En ese momento, de nuevo, bola de set, de partido y de campeonato. La puso dentro, y Djokovic falló. Su reacción, la de un campeón.
Porque sigue Alcaraz haciendo historia en los Grand Slam. Porque, a sus 21 años, tiene cuatro y no ha perdido una sola final en un grande. En este 2024, además, tiene Roland Garros aparte del ya conquistado Wimbledon.