Pier Paolo Pasolini y Giorgia Meloni están unidos como las dos caras de una moneda. Una suerte que se lanza al aire para poder caer de la manera más oscura en las elecciones donde la posfascista tiene todas las posibilidades de vencer. En el centenario del nacimiento del genio italiano una vecina de uno de los barrios con más compromiso histórico de izquierdas y que el cineasta utilizó de escenario en alguna de sus películas puede volver a traer aquello contra lo que tanto luchó el humanista, poeta y cineasta italiano. El barrio obrero de La Garbatella en Roma, creado en tiempos de Benito Mussolini al sur de los foros imperiales, puede servir de hilo de comunicación para representar la historia colectiva e intelectual más brillante de Italia con el pozo más oscuro al que se asoma el país europeo.

En Una vida violenta, una novela de 1959, Pasolini representaba el espíritu del barrio donde el Partido Comunista Italiano y el antifascismo fueron hegemónicos desde el fin de la guerra hasta la desafección política que fue carcomiendo los barrios tras la contrarrevolución neoliberal, germen auténtico de la emersión de los posfascismos: "Toda Garbatella brillaba al sol: las calles cuesta arriba con los pequeños jardines en hilera, las casas abuhardilladas y las cornisas con platos cocinados, los montones de edificios pardos con cientos de ventanas y buhardillas, y las grandes plazas con arcos y porches de falso ambiente de roca".

La Piazza Giovanni da Triora, en Garbatella, que describía Pasolini y donde participaba en fiestas de L'Unitá en los años 60, el histórico periódico del partido comunista, puede dejar de ser roja.

Algo que puede suceder del mismo modo en Prato o Bolonia, cuna de Pasolini, o en la Emilia Romagna, porque el mundo ha cambiado de manera profunda y, como en el norte minero de Francia, aquellos que votaron un tiempo comunista o a la izquierda han sufrido una desafección de tal calibre que los llevará a la abstención. En Italia esa falta de motivación para ir a votar está prevista en más de un 40%, dejando el camino libre a los que sí darán su apoyo a la posfascista Meloni.

Con solo 15 años Meloni comenzó a militar en la histórica organización fascista juvenil perteneciente al MSI"

En esas calles de La Garbatella dio sus primeros pasos Giorgia Meloni en Il Fronte della Gioventù (FdG), cuando con tan solo 15 años comenzó a militar en la histórica organización fascista juvenil perteneciente al Movimiento Soziale Italiano (MSI). Meloni fraguó su carrera como cualquier militante de base hace, pisando calle, organizando actos, poniendo carteles, siendo violenta en sus palabras, formando parte del engranaje que no solo usaba la violencia verbal en las calles de cualquier barrio romano.

En esos años de iniciación, cuando aún no era conocida, participó en un reportaje de France 3 en 1996 sobre la actividad política del entonces partido Alianza Nacional, partido sucesor del MSI, donde dejó unas declaraciones que no dejaban lugar a la interpretación: "Creo que Mussolini fue un buen político. Es decir, todo lo que hizo, lo hizo por Italia. Y no encontramos eso en los políticos que hemos tenido en los últimos 50 años".

Admiradora de Mussolini y postfascista: así es Giorgia Meloni, la favorita para presidir Italia

En el momento de la realización de aquellas declaraciones Giorgia Meloni tenía 19 años. Ahora tiene la oportunidad de ganar las elecciones y conviene desdiabolizarse para no parecer una amenaza, por eso hizo unas declaraciones el pasado mes de agosto condenando el fascismo y rechazando cualquier deriva antidemocrática.

Su intención era mostrar a Fratelli de Italia como un partido asimilable a los conservadores británicos, el partido republicano de EEUU y el Likud de Israel porque forman parte de la misma internacional conservadora y mostrarse firme con la condena de la invasión de Rusia a Ucrania. Es solo un trampantojo inducido por Ignazio La Russa, uno de los fundadores de Fratelli de Italia, muy cercano a Meloni, que marca la política aceptable para no resultar demasiado peligrosos a los ojos de quienes ponen el dinero. Pero Meloni nunca ha podido engañar, porque declaró que quiere ocupar el despacho de Almirante y no el de Fini, que representa la vía más liberal e institucional del espacio político.

[En la siguiente línea temporal se relacionan, hito a hito, todas las fechas reflejadas en este artículo]

Independientemente de cuál sea el proceder en política internacional por interés en un momento en el que Italia depende, como todos los países en Europa, de un posicionamiento común en materia energética y por la recepción de los fondos europeos para la sostenibilidad de las cuentas públicas y el bienestar de la ciudadanía, el posicionamiento de Giorgia Meloni no puede engañar. Es un claro riesgo para la democracia y, sobre todo, para los derechos de los colectivos más vulnerables e históricamente oprimidos de Italia. Los derechos del colectivo LGTBI, de los migrantes, de las mujeres y de la clase trabajadora se verán mermados con la llegada al poder de un movimiento posfascista en lo político, social y cultural y con una visión ultraliberal de la economía.

Fratelli de Italia, el partido de Giorgia Meloni, nació como una escisión del l Popolo della Libertà de Silvio Berlusconi, y fue creado por Ignazio La Russa, Giorgia Meloni y Guido Crosetto. La ideología fascista de la formación es difícilmente negable, sus vínculos con posiciones violentas son históricamente conocidos. Il Fronte della Gioventù, la organización juvenil de estas formaciones en sus diferentes denominaciones de la que vienen Giorgia Meloni e Ignazio La Russa, alimentó con muchos de sus militantes a Ordine Nuovo, la formación terrorista liderada por Pino Rauti, que también formó parte del MSI con Giorgio Almirante.

La ideología fascista de Frateli de Italia es difícilmente negable, sus vínculos con posiciones violentas son históricamente conocidos.

La organización terrorista Ordine Nuovo fue responsable de múltiples atentados en los años de plomo en los años 70 en Italia. Algunos de ellos fueron especialmente sangrientos, como el de Piazza Fontana en diciembre de 1969, que terminó con 17 personas muertas y 88 heridas, o el de la Loggia da Brescia en 1974, que acabó con la vida de 8 personas y por los que fueron condenados Carlo María Maggi y Maurizio Tramonte, miembros de Ordine Nuovo.

Todas estas formaciones, formas o miembros son herederos de la cultura política del MSI, un partido fundado en 1946 con antiguos miembros de la República de Saló, eludiendo de manera abierta las loas a sus orígenes pero siendo de facto un partido fascista. Los componentes y fundadores del partido provenían de la República Social Italiana, el gobierno títere de los nazis de los años 1944 y 1945 del norte de Italia que acabó tras ser derrocada por parte de los partisanos.

Algunos de los miembros y principales responsables que lo conformaron eran el ex-oficial militar fascista Giorgio Almirante y Augusto De Marsanich, antiguo presidente de la Confederación Fascista de Trabajadores del Comercio. Giorgia Meloni es el resultado contemporáneo de años de conformación política de adaptación y enmascaramiento del espacio de los fascistas que desfilaban con botas de cuero y camisas negras hacia Roma. Como dijo en un mitin de final de campaña, el lunes ya no tendrán que agachar la cabeza.

No hemos hecho nada que para que no haya fascistas"

Paolo Pasolini, tras los atentados de Loggia da Brescia de 1974

Lo que ocurrirá en estas elecciones se viene fraguando durante años. Pasolini hizo una advertencia en El Corriere de la Sera justo tras el atentado de la Loggia da Brescia: "No hemos hecho nada que para que no haya fascistas. Nos hemos limitado a condenarlos gratificando nuestra conciencia con nuestra indignación; y cuanto más fuerte y petulante era la indignación, más tranquila se quedaba la conciencia".

Fotograma de la película Saló o los 120 días de Sodoma de Pier Paolo Pasolini

"Nos hemos obstinado en creer, apresurada y cruelmente, que estaban predestinados racialmente a ser fascistas y que, frente a semejante decisión del destino, no había nada que hacer. Pero no nos engañemos: todos sabíamos, en nuestro fuero interno, que cuando uno de esos jóvenes decidía volverse fascista aquello era algo puramente casual, no más que un gesto inmotivado e irracional; a lo mejor habría bastado una sola palabra para que eso no ocurriera. Pero ninguno de nosotros habló nunca con ellos o para ellos. Enseguida los aceptamos como representantes inevitables del Mal. Y quizá eran chicos y chicas adolescentes que no sabían nada de nada y que se lanzaron de cabeza a esa horrenda aventura por desesperación". Una de esas chicas, desesperada o no, puede ser presidenta de Italia.

Pier Paolo Pasolini sirve de guía y cierre. En su sórdida e intencionadamente abyecta película Saló o los 120 días de Sodoma, que pretende ser una representación simbólica de los años en los que los colaboracionistas fascistas ocuparon el norte de Italia con el yugo nazi, consigue revolver el estómago y la moral del más acostumbrado a imágenes desasosegantes. Es, sin duda, quien mejor representa la ansiedad y el espíritu que emana de la constitución del poder fascista. Italia se puede asomar este lunes a una nueva realidad en la que, como en el film de Pasolini, los ciudadanos italianos tengan que tragarse nuevamente sus heces obligados por los fascistas. Un cierre de secuencia que nadie desea pero que trasciende la ficción para convertirse en una grotesca realidad.