En 2011, Juan Carlos I regaló unas esmeraldas a su amante Corinna Larsen, unas esmeraldas colombianas en forma de lágrimas valoradas en 250.000 euros. Así lo desvela el libro 'King Corp', fruto de una investigación periodística que indaga, entre otras cosas, en los regalos que recibía y hacía el rey emérito.
Este en concreto, el de las esmeraldas, se produce un año antes de que el monarca se rompiese la cadera en una cacería de elefantes de Botsuana. El emérito quería en ese momento superar la crisis en la que estaba la pareja, por eso le regaló las piedras preciosas, las mismas con las que Corinna pidió hacerse unos pendientes. Para ello eligió una joyería de Amberes, pero la mala fortuna quiso que una de las piezas se rompiera. El enfado del emérito fue considerable.
Durante años, trato de recuperar las esmeraldas dado que la relación con Corinna ya estaba rota y no había marcha atrás. Sin embargo, nunca más volvió a ver las joyas porque nunca tuvo una factura con la que justificar su compra. Su origen era opaco.
Un episodio más de contabilidad B, como el que protagonizó con el empresario mexicano, Sanginés Krause, testaferro y amigo de Juan Carlos I, al que pidió que colara en España 20 millones de euros opacos.
El monarca sospechaba que le había timado porque la inversión no funcionó y el dinero se esfumó sin más. El rey quiso demandar a Krause, pero su círculo más cercano se lo desaconsejó porque no había ningún documento que acreditará ese dinero B. También estaba en juego que se desvelara el patrimonio oculto del rey del que en ese momento, no se sabía nada.