Una frase clave en el comunicado de Íñigo Errejón en el que anunciaba su marcha de la política tras diversas acusaciones es aquella en la que dice que la contradicción entre su persona y el personaje había llegado al límite. Un supuesto personaje que se hacía preguntas sobre la cultura machista: "¿Qué pasa en nuestro país para que se haya extendido una cultura generalizada por la cual aumentan las agresiones sexuales y aumenta la violencia machista?". Pero también afirmaciones como que "reconocer que no hace falta una violación espectacular para que nos indignemos".
Un personaje que a su vez decía que "solo sí es sí". El mismo que animaba a denunciar cualquier insinuación siquiera, puesto que eso "a los hombres no" les "pasa y simplemente tiene que dejar de pasar", decía en otra ocasión. Incluso, lamentaba que las víctimas lo asume "como normalidad y no lo cuenta".
Incluso, en el año 2016 cuando un grupo de jóvenes de Podemos fue acusado de acosar a compañeras, entonaba un "tolerancia cero" ante este tipo actos. Dos años después, en 2018, con el caso de la manada, criticaba a aquellos que ponían en tela de juicio el testimonio de las víctimas: "Os creemos, creemos a todas las víctimas de agresiones sexuales", clamaba.
Más recientemente encontramos a ese personaje pronunciarse sobre el comportamiento de el que fuera presidente de la RFEF, Luis Rubiales, después de besar sin consentimiento a la capitana de la selección española, Jenni Hermosa. Es el mismo que estaba en las manifestaciones del 8M, donde decía que el feminismo hay que demostrarlo. Tampoco dudaba en quejarse de un sistema heteropatriarcal. Este es el mismo personaje, que ahora nos preguntamos, dónde ha quedado.