El rey emérito ha asegurado este jueves que "seguramente" irá pronto a España, en un breve comentario al salir de la ceremonia de la Academia Francesa que convirtió en uno de sus miembros a Mario Vargas Llosa.
Juan Carlos I ha asistido a la ceremonia junto con la infanta Cristina, y ambos estuvieron sentados en primera fila del salón de la cúpula del Instituto de Francia, por invitación personal del nobel hispano-peruano, de quien es amigo.
"Yo creo que tendría que haber un poco más de comprensión y de agradecimiento con un rey del que depende en gran parte la libertad de la que gozamos hoy en España", ha señalado Vargas Llosa a la salida de la ceremonia en declaraciones a los periodistas. Además, el escritor se ha mostrado "muy agradecido" por la presencia de ambos: "Creo que le han dado un cierto realce a la ceremonia". "El rey emérito ha hecho un gesto muy simpático viniendo", ha subrayado Vargas Llosa.
A su llegada, Juan Carlos I ha respondido con un "muy bien. Encantado de veros", escueto pero con gesto sonriente, a los periodistas que, a distancia, le preguntaron cómo estaba mientras entraba en el anfiteatro. Al ingresar a la sala, el rey emérito y su hija han recibido una ovación de los asistentes, antes de sentarse en la primera fila del anfiteatro sin que nadie más estuviera a su lado.
Y al salir, el saludo de Vargas Llosa, enfundado en su uniforme de nuevo académico, y su invitado ha causado una auténtica melé de rugby entre fotógrafos y cámaras de televisión que no querían perderse la imagen.
"Esto es una locura", se lamentaba una funcionaria de la Academia, más acostumbrada a la rigidez del protocolo de la institución, fundada hace casi cuatro siglos.
El rey emérito, que reside en Abu Dabi, se desplazó a París en viaje privado después de que el propio Vargas Llosa le extendiera una invitación para acudir a la solemne ceremonia. No se conocen otros posibles detalles de la agenda de Juan Carlos I en París. A sus 86 años, Vargas Llosa ocupará el sillón número 18 de la Academia Francesa, una institución creada en 1635 por el cardenal Richelieu para velar por la lengua francesa