Los diez años de Felipe VI como jefe del Estado han transcurrido en paralelo a los escándalos que ha protagonizado su padre. Todo comenzó con aquella cacería de elefantes en Botsuana. Desde entonces, los casos de supuesto fraude fiscal o las acusaciones de acoso de su examante llevaron al rey Felipe a distanciarse de su padre.

Hace más de diez años el emérito pedía perdón al destaparse su cacería en Botsuana. Pero este ha sido el único escándalo sobre el que Juan Carlos I ha pedido disculpas. A lo largo de la última década, hay varios temas sobre los que sí ha tenido que dar explicaciones. Por ejemplo, las tres investigaciones que la Fiscalía abrió contra él.

La primera, por presuntamente cobrar comisiones por mediar en las obras del AVE a la Meca. La segunda por el uso de fondos opacos. Y la tercera por esconder presuntamente parte de su fortuna en el paraíso fiscal de la isla de Jersey.

Irregularidades fiscales a que no ha tenido que responder penalmente. La fiscalía archivó las causas amparándose en la inviolabilidad de la corona, en la prescripción de algunos delitos y en las regularizaciones del emérito ante ante Hacienda.

La otra gran batalla fue mucho más personal. Ante la denuncia por acoso presentada en Londres por su examante, Corinna Larsen. "Si no seguía sus instrucciones no podían garantizar mi seguridad ni la de mi hijo", aseguraba.

También quedó en nada. El Tribunal Superior de Londres decretó que no tenía competencia para atender la demanda. Una lista de escándalos que en definitiva hicieron que Felipe VI renunciara a su herencia y le retirara al rey emérito su asignación.