Así se ha expresado con motivo de la jornada mundial "Ciudades por la vida", que se ha celebrado esta semana en 2.000 ciudades del mundo, y que, organizada por Amnistía Internacional, la Comunidad de Sant'Egidio y diversos ayuntamientos, ha iluminado los edificios más emblemáticos para luchar contra la pena de muerte en el mundo. Moore, que ha visitado España con motivo de esta iniciativa, subraya sobre la pena capital: "Algunos creen que previene a la gente de matar. No lo hace".
Técnico del ejército, Billy Moore tenía 22 años cuando fue condenado a muerte por un juez de Georgia, uno de los estados del sur de Estados Unidos. Tras una discusión con su mujer, Moore quedó al cargo de su hijo de cuatro años y, necesitado de dinero, entró a robar en casa de un anciano, Fred Stapleton, que guardaba 30.000 dólares en su casa. Al entrar en el domicilio, Stapleton recibió a Moore con un disparo, por lo que este asegura que, "instintivamente", sacó su pistola y el anciano cayó muerto de un tiro.
Moore confesó su crimen ante el juez, que le condenó a la silla eléctrica -alega- "sin comprobar que no existía premeditación alguna". Según Moore, que tuvo hasta trece fechas de ejecución distintas, la condena a muerte no satisface ni a las víctimas ni al verdugo.
"Un asesinato es un asesinato. La familia de una víctima sufre lo mismo, independientemente de si hay sentencia a muerte o no. Con este panorama, ¿quién tiene la autoridad moral para castigar a alguien con su vida?", ha señalado.
Durante sus años en la cárcel, Moore vio pasar a catorce de sus compañeros por el corredor de la muerte. "La prisión no utilizaba la electricidad de la compañía eléctrica, por lo que tenía sus propios generadores para ejecutar a los presos. Como en las películas, las luces parpadeaban. Sabías en esos momentos que alguien estaba siendo ejecutado y es muy complicado lidiar con eso. Cada ejecución era diferente", recuerda.
El exmilitar, que estudió teología y derecho en prisión, salió de la cárcel en 1991 gracias al apoyo de la familia de Stapleton, que perdonó a Moore después de que este se arrepintiera, y a personalidades como el reverendo Jesse Jackson o la Madre Teresa de Calcuta. Veintiséis años después, Moore denuncia la condición de esclavitud en la que viven los presos estadounidenses, especialmente los afroamericanos.
"Cuando una persona entra en prisión, pierde el rango de ciudadano y pasa a ser propiedad del Estado. Le dan comida, le dan un número, le dan un uniforme y trabaja sin percibir salario alguno. Exactamente lo mismo que ser un esclavo", ha asegurado.
Respecto a la propuesta del presidente de Estados Unidos Donald Trump de restablecer la pena de muerte en el Estado de Nueva York, que sufrió un atentado hace un mes, Moore critica la hipocresía de un gobierno estadounidense que "ha aterrorizado sistemáticamente a la población afroamericana". "Ahora están empezando a entender lo que nosotros sufrimos. A comprender, aunque sólo sea ligeramente, lo que hemos pasado los negros en este país durante los últimos 400 años", ha resaltado.
La iniciativa "Ciudades por la vida" nació en el año 2002 con la participación de 80 ciudades de todo el globo y en su última edición ha conseguido reunir a más de 2.000 urbes en torno a una misma consigna: el fin de la pena de muerte en el mundo.
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