Coches aparcados, carbonizados, pero alineados junto a la acera, como si siguiesen esperando a sus dueños. Es una de las impactantes estampas que ha dejado el incendio de Llutxent a su paso por Valencia. Paellas todavía colgadas en cocina con techos que se han venido abajo, o piscinas que miraban a arboledas de gran valor ecológico ya desaparecidas.
Es la tristeza de las casas, los alcornocales y los campos destruidos por el avance caprichoso del fuego. Tres días después de evacuar, aún hay propietarios que hasta esta tarde no han podido volver. Los psicólogos los preparan para una visita que será breve.
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Es el caso de Mamen, con residencia en una urbanización de Gandía. Le han dicho que su casa se ha quemado, pero, para alivio de su familia, su casa ha quedado intacta, más allá de tener ceniza en el jardín. No podrán dormir allí todavía, como ocurre con otras urbanizaciones en Gandía, porque antes hay que inspeccionar los riesgos.
Al menos, la ansiedad de muchos ha terminado. Sí han podido regresar los vecinos en la localidad de Pinet y en otras zonas de Barch. Mientras tanto, los bomberos han declarado el fuego estabilizado, aunque no controlado. Esto significa que ya no avanza, pero siguen teniendo que combatirlo cuerpo a cuerpo. Además, deben usando los drones para medir las zonas térmicas por si hay un rebrote.
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Para muchos vecinos empieza ahora la verdadera batalla. Quienes no han tenido suerte y han perdido su primera residencia recibirán ayudas, según ha prometido la Generalitat. Veraneantes, y sobre todo habitantes de siempre, tardarán años, sin embargo, en recuperar sus vidas entrelazadas con un paisaje perdido.
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Tienen miedo a represalias
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El contexto Los repartidores están en una situación límite dada su precaria jornada laboral donde tienen miedo a represalias por denunciar las condiciones en las que trabajan.