Las mismas cuerdas que aseguraban y asustaban a los migrantes del Aquarius se han convertido ahora en la diversión de los más pequeños a bordo del barco que sigue su trayecto en dirección a Valencia. Juegan con ellas y con los regalos que, además de comida, les ha llevado de madrugada la Guardia Costera italiana.

Todos celebran haber estado al abrigo de las costas de Córcega y Cerdeña tras unos días espantosos a merced del mal tiempo. Bailan al ritmo del acordéon del coordinador de MSF y, con las aguas más calmadas, lo urgente deja paso a lo importante: los sanitarios practican operaciones y curas a los heridos en la odisea.

Así fue el "dramático" rescate de los migrantes del Aquarius: "Una patera se rompió y más de 40 pesonas cayeron al agua"

Recordando y recontando, han echado en falta a dos migrantes: un sudanés y un nigeriano, desaparecidos en el agónico rescate de las pateras y a los que se da por muertos. Para el resto, 'los 630 de la flotilla del Aquarius', la llegada a Valencia sigue prevista para el domingo.

"Conforme se vayan acercando al litoral de la Comunidad Valenciana, el tiempo seguirá siendo cada vez más estable, con menos oleaje, menos viento y un mar en calma", explica Adrián cordero, meteorólogo de laSexta. Mientras, los rescatistas siguen mirando al Mediterráneo central, desatendido sin ellos, y criticando a los traficantes y a los políticos.

Una ola de solidaridad ante la llegada del Aquarius: empresas y voluntarios proponen su ayuda para recibir a los migrantes

"Indigna que esto pase a las puertas de nuestros países. Olvidamos la humanidad de todo esto", denuncia Anthony Luca-Tassel, rescatista a bordo del 'Aquarius'. Porque en los países de orígen, como Libia, las vidas de jóvenes como Ibrahim, uno de los migrantes a bordo del 'Aquarius', se subastan por apenas 600 euros.

También a bordo del 'Aquarius' hay niños que viajan solos. "Mohamed tiene solo 11 años y viene de Sudán. Ha pasado por Libia, donde le maltrataban y le dieron latigazos"; relata Naiara Galarraga, periodista de El País a bordo del barco. Y a los que chistan, plomo. A sus veinte años, Ibrahim ha tenido que recoger y enterrar a varios amigos. Y salir huyendo, como muchos.