El asesino confeso de Juana Canal ya se encuentra ante el juez. Así terminan 20 años de incógnita con un culpable que se ha derrumbado en 48 horas, las que han pasado desde su detención hasta su confesión: ha reconocido que él la mató a golpes. Previamente, dio otras dos versiones diferentes. Los investigadores han usado tres estrategias para hacer que el hasta ahora sospechoso confesase.
- Ponerlo nervioso: Las fuerzas policiales avisaron a los medios de comunicación para que se grabara el registro de la casa donde vivía con Juana y donde desapareció en 2003. Buscaban pruebas, pero había un motivo más: asustar al sospechoso. Aquí, en este momento, es cuando entró en juego la segunda estrategia.
- Pincharle el teléfono: Lo hicieron en septiembre. Esperaban que al ver el registro llamara a alguien viéndose acorralado y se delatara. Estaba listo para la tercera parte del plan.
- Detenerlo y ablandarlo poco a poco: El primer día de arresto se vio al acusado frío durante los registros. No obstante, al día siguiente, ya hablaba amistosamente con los agentes. Esto fue clave: se ganaron su confianza y empezó a confesar.
Les dijo que se la encontró muerta, pero que decidió enterrarla para que no le acusaran. Horas después, al caer la noche, acabó por derrumbarse: reconoció que la mató, la cortó en dos en la bañera de su casa de Madrid y la enterró en Ávila. "Si la muerte de Juana se hubiera investigado hace 19 años, este señor, en 72 horas, estaría en un banquillo sentado. Pero no se hizo", ha denunciado Juan Manuel Medina, abogada de la familia de la víctima.
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