Bernardo Montoya, detenido por la Policía como sospechoso del asesinato de Laura Luelmo, ya acumulaba un amplio historial delictivo. Fue en 1995 cuando Montoya entró en la casa de una anciana con intención de robar y cuando, al ser sorprendido por ella, le apuñaló sin sospechar que la anciana saldría viva del crimen.
La mujer fue a denunciar a Montoya y, poco tiempo después, este fue puesto en libertad a la espera de juicio. Al salir a la calle, Bernardo fue a buscar a la anciana con la finalidad de acabar con su vida y así impedir que ésta pudiera declarar en su contra. En el momento de los hechos, el sospechoso sufría una grave adicción a la heroína y a la cocaína. Tras esto fue condenado a 17 años y 7 meses de cárcel.
En prisión, estuvo cuatro años en un puesto de mantenimiento, donde se sospechaba que hacía pinchos y los vendía a otros módulos, como informa Manuel Marlasca. Posteriormente, intentó apuñalar a un funcionario con el palo de una escoba.
En 2015, de nuevo en la calle, volvió a ser encarcelado por un robo con violencia y condenado a dos años y diez meses de prisión. Cumplió esta pena hace dos meses y fue entonces cuando se trasladó a El Campillo, en Huelva, a pocos metros de la casa en la que Laura Luelmo comenzó a vivir hace unos días.
Depurar responsabilidades
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