Alberto Chicote encara un nuevo reto en Pesadilla en la cocina y se desplaza hasta Sant Boi de Llobregat para ayudar, por primera vez en la historia del programa, a un food truck llamado El submarino que hace aguas por todas partes, un negocio a punto de hundirse al que sólo le queda una última oportunidad para salir a flote. El submarino es el proyecto personal de un emprendedor, Manuel, que venía de un sector muy diferente al de la hostelería, la contabilidad, y que desde hace más de 2 años está al frente de este negocio itinerante junto a su pareja y la hija de ella.
El mayor temporal al que se enfrenta El submarino es el ambiente de trabajo. Manuel cree hacerlo todo correctamente y no deja que nadie más tome las riendas del restaurante. Sin embargo, está equivocado. También cree que la comida es de buena calidad, a pesar de que en realidad la oferta culinaria es tremendamente pobre y mala. El fracaso del negocio puede llevarse por delante la economía familiar pero también su relación con Carmen, su pareja. Ambos han invertido todos sus ahorros en el negocio y es hora de tomar una drástica decisión. La llegada de Alberto Chicote es su última oportunidad para que el negocio salga a flote y el capitán del barco tome las riendas de forma acertada.
Gafas virtuales… con poca visión
Con una plantilla inexperta al mando de un negocio tan singular, Manuel en lugar de ayudar en el food truck se dedica a distraer a los clientes con unas gafas de visión virtual. Sin embargo, quizás Manuel no las ha probado porque no es capaz de ver que son muchas las cosas que no funcionan en El submarino, empezando por él. Está completamente desnortado, se dedica a mandar a base de gritos y no acepta ni las críticas de los que tiene más cerca ni los consejos de Alberto Chicote, que está convencido de que como siga así Manuel terminará estrellando el food truck sin vuelta atrás.
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Cansadas del comportamiento de Manuel, Carmen y su hija deciden abandonar el barco en medio de un servicio. Pero no serán las únicas. Los clientes, indignados ante la tardanza y el mal ambiente, también irán abandonando El submarino hasta que sólo quede Manuel, acompañado de un Alberto Chicote cada vez más escéptico. Al chef le queda un duro trabajo por delante si quiere que el food truck tome de nuevo su senda y vaya, finalmente sobre ruedas.
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