Los moderadores de contenidos intentan ser el cortafuegos entre los usuarios y el contenido más extremo que se mueve en las redes sociales. Pero, ¿cómo se llega a ser moderador?

'Vanessa' (nombre ficticio) trabajaba en un 'call center' cuando una compañera le habló de la oferta laboral que la llevaría a Telus International, subcontrata de Meta. "Me resultó interesante porque ofrecían un buen sueldo y un contrato indefinido", recuerda en Salvados. El salario, precisa, era de 24.000 euros anuales más bonus.

Para el proceso de selección la citaron en una oficina del Poblenou de Barcelona. "Iban llamando de a uno a un cuartito donde había dos personas", relata. Cuando llegó su turno, cuenta, le plantearon la siguiente pregunta: "¿Tú estarías preparadas para ver material fuerte?". "Digo: 'Sí, ¿como por ejemplo? ¿Un asesinato?'. 'Sí'", rememora sobre aquella conversación. "Yo pensaba todo el tiempo en: contrato indefinido, 24.000 euros, un asesinato cada tanto...", reconoce.

"Tú te imaginas que puedes ver un accidente y una persona muerta en el suelo, que puedes ver contenidos de guerras... Te estás imaginando ese tipo de cosas, lo que no te imaginas es la pesadilla real que hay", afirma por su parte 'Carmen', moderadora de contenidos en la misma empresa, que trabaja para Facebook e Instagram.

En el caso de 'Vanessa', tras aquella entrevista la llamaron y le confirmaron que iba a tener un entrenamiento de tres semanas. "Hasta ahí yo no sabía para quién iba a trabajar", cuenta a Gonzo. "Todavía yo estaba trabajando en el 'call center' y una compañera me muestra 'La Vanguardia' y me dice: 'Aquí vas a trabajar'. El titular decía: 'Facebook instalará sus oficinas en la Torre Glòries para controlar las 'fake news'", detalla.

Para 'Carmen', en un primer momento aquel trabajo era "motivo de orgullo". "'Voy a trabajar para Meta, cómo mola'... Para mí el hecho de hacer de Internet, de las redes sociales, un lugar más seguro, eso me atraía muchísimo, porque sinceramente pensaba: 'Estoy haciendo un bien, literal, para la sociedad'", recuerda. "No había nada que nos hiciera pensar que allí eso se podía convertir en una pesadilla, al contrario, estábamos felices", afirma.