Las moderadoras de contenido de redes sociales como 'Vanessa' (nombre ficticio) están expuestas constantemente a lo peor del ser humano. Ante la avalancha de odio y violencia que presenciaba día tras día, ese odio y esa violencia comenzaron a calar en ella, según relata a Gonzo en Salvados, donde denuncia que la 'solución' que le dio la psicóloga de la empresa fue golpear un cojín para liberar la rabia.

"El equipo de psicólogos trabaja solamente para eso, está ahí para contenerte en estos momentos", explica 'Vanessa', que trabajaba en Telus International, una empresa subcontratada por Meta-la compañía de Mark Zuckerberg, propietaria de Facebook e Instagram- para llevar a cabo la moderación de contenidos en sus plataformas.

"En una sesión que tuve con una psicóloga le dije que tenía mucha rabia, que estaba muy violenta, notaba que era del contenido, porque yo nunca había sido así", recuerda la moderadora. "Veo mucha violencia, mucho odio y de golpe se me empezó a impregnar a mí", explica, al punto de tener fantasías muy violentas, algo que le preocupaba y que trasladó a la psicóloga.

"Tengo fantasías, a veces, y esto me preocupa, de que entro con una ametralladora como hacen en Estados Unidos en los tiroteos en las escuelas, y tengo estas fantasías de que entro y ametrallo a todos y mato a todos", le explicó. Sin embargo, la "solución" que le propuso la psicóloga fue la siguiente: "Vamos a coger un cojín y vamos a tirar el cojín contra la pared y le vas a pegar al cojín para que se te quite la rabia".

El impacto del contenido en su salud mental llegó al punto de provocarle un ataque de pánico cuando iba en transporte público. "Yo ya venía viendo en el contenido lo malo del ser humano, entonces en mi día a día empecé a ver al ser humano como todo malo, como todo lo negativo al ser humano y ese día lo volqué en esta situación y me dio un ataque de pánico", relata 'Vanessa'.

"Estaba en el tren, había mucha gente, y en mi cabeza me empecé a sentir muy agobiada por la cantidad de gente. Si estaba el tren lleno, en la siguiente estación la gente quería entrar medio a los golpes, brutamente, sin respetar, y mi cabeza empezó a maquinar esto del ser humano... Empecé a hiperventilar y en la siguiente parada bajé a codazos para hacerme paso. Vinieron un par de personas a socorrerme, porque era algo dramático", rememora.