Para que este texto cobre vida, periodista y entrevistada han hecho un viaje bidireccional atravesando los husos horarios que separan México de España. No han sido necesarias maletas -nunca lo son cuando el fin último de una travesía es una buena conversación-.
Desde la oscuridad de su noche, Dahlia de la Cerda nos presenta a sus Perras de reserva, las protagonistas de su libro de relatos. Y, en ese ir y venir de mujeres, la mañana fría de Madrid se transforma en un lugar donde quedarse un ratito a vivir.
Palabras y catársis
"En mi familia hemos sufrido un feminicidio y pensé que la literatura sería una buena herramienta para vivir el duelo de una manera menos caótica, pero también para asimilar mejor lo que había sucedido", responde Dahlia a la pregunta de dónde surge la idea de escribir Perras de reserva.
"Me encontré con mujeres que habían sobrevivido haciendo uso de la misma arma que habían empuñado contra ellas"
Al abrir las páginas de este libro hay algo de incómodo, algo de novedad en el asunto de ver a mujeres ejerciendo la misma violencia que los hombres. Explicar lo que sufrimos colocándonos a nosotras como castigadoras es una decisión arriesgada y disruptiva. "Leí mucho sobre violencia para escribir el libro y de repente el proyecto mutó: me encontré por el camino con mujeres que habían sobrevivido haciendo uso de la misma arma que habían empuñado contra ellas", cuenta la autora.
De clase, raza y mujeres poliédricas
A principios de los 70, Kate Millet pronunció la famosa frase de "lo personal es político", y Perras de reserva plasma esta idea exponiendo los matices tan dispares que dan forma a la violencia que sufren las mujeres dependiendo de su posición social y su color de piel. "Este libro es un ejercicio consciente que se divide en dos dimensiones: la de visibilizar cómo nos tratan diferente por nuestra raza y clase social, pero también la de visibilizar estas violencias y darles importancia para poder entendernos mejor entre nosotras", asegura Dahlia.
"Quería que los hombres fueran personajes secundarios que no tuvieran ningún tipo de poder sobre las mujeres"
Esta intencionalidad de hacer ver se traduce en protagonistas fieras, que no permiten que nadie hable por ellas, que son dueñas exclusivas de sus actos. Protagonistas que aun sabiendo el daño que causan siendo violentas, deciden serlo. Hay en estos relatos algo de sororidad, de hermandad, de entendimiento a pesar de todo.
"Quería escribir personajes multidimensionales, con muchos dobleces, con muchas aristas, porque así somos las mujeres, nadie es buena buena ni mala mala. Somos complejas. No quería que en mi texto el centro fueran los hombres, quería que fueran personajes secundarios que no tuvieran ningún tipo de poder sobre las mujeres", explica la escritora.
Recuperar la oralidad
El libro es también un viaje a las calles de México, a sus hablares, a su manera de nombrar las cosas. Un dar espacio al habla popular en la literatura para dar vida a todo un imaginario. "Tenía una intención estética muy concreta que era recuperar la oralidad, la primera persona. Acercar el lenguaje de la gente de México a todas aquellas que leyesen el libro", concluye Dahlia.
"Quería recuperar la oralidad, acercar el lenguaje de la gente de México al lector"
Todas las Perras de reserva comparten la misma pulsión: la de ocupar un lugar que siempre han tenido prohibido. La violencia ha sido siempre territorio de los hombres y en este ejercicio literario Dahlia de la Cerda las empuja -y a quien las lea con ellas- a un mundo no transitado: el de las mujeres que no buscan la expiación cuando ejercen daño.