No puedo imaginar el dolor de las familias de los valencianos muertos cuando escuchan a Carlos Mazón, más preocupado por salvar su cuello que por las víctimas, decir que no pudo recibir llamadas desde el centro de coordinación de emergencias porque no había cobertura. No puedo imaginar la ira y la rabia que tienen que sentir quienes han perdido sus casas cuando saben que Carlos Mazón se burlaba de la Universitat de Valencia por haber tomado medidas preventivas y haber mandado a su casa a los estudiantes evitando cientos de muertos. No, no puedo imaginar la sensación de indignación de quien ha visto cambiar su vida de un día para otro cuando saben que el president de la Generalitat estuvo tres horas y media comiendo mientras ignoraba las alertas que acabaron con la vida de 217 valencianos. Si yo siento indignación no hay manera de saber el odio que puede aflorar en su interior ante Carlos Mazón y su desvergüenza.

No es algo nuevo ver cómo el PP no tiene reparos en escupir sobre la tumba y la memoria de los muertos que su gestión ha provocado. La mentira y la difamación suelen seguir a esos momentos en los que la derecha no quiere asumir las responsabilidades por sus negligencias y no tiene escrúpulos para poner el poder por encima de las familias. Lo hizo con la tragedia del Metro de Valencia, lo hizo con los militares del Yak-42 y lo hizo con las víctimas del 11M. El PP siempre pone el poder por encima de las víctimas que provoca. Bailará sobre vuestras tumbas con tal de conservar la poltrona.

Carlos Mazón podrá permanecer en el poder si él quiere porque no hay ninguna manera de despojarle de la presidencia de la Generalitat. Está bien que así sea porque la democracia tiene sus formalidades y solo es posible hacerlo con una moción de censura para la que no hay números. Pero eso no impedirá que cada vez que salga a la calle resuenen las voces de los 130.000 valencianos que salieron a la calle pidiendo su dimisión, ni la de ese vecino de Torrent que a la cara le dijo que mientras él estaba comiendo la gente se estaba ahogando. Hasta la conciencia le acompañará cada vez que cierre los ojos por la noche. Podrá permanecer en el poder pero sin honor, honra ni decencia. No hay poder que compense estar en paz con uno mismo y eso Mazón lo ha perdido para el resto de su vida.

Han encontrado a Rubén e Izan, dos niños de 3 y 5 años que estaban junto a su padre en el salón de su casa cuando les sorprendió la riada. El agua les sacó de su casa y se los llevó para siempre. Les sorprendió la riada porque Carlos Mazón estaba comiendo con una amiga periodista ignorando todas las alertas metereológicas para ofrecerle, según él, la dirección de la cadena pública autonómica. Puede que alguien le crea, yo no, no estaba comiendo para eso, pero si alguien le cree entonces concluirá que Rubén e Izán están muertos porque Carlos Mazón prefirió controlar la tele pública antes que atender a sus obligaciones urgentes y avisar a los valencianos que sus vidas estaban en peligro.

217 valencianos están muertos porque Carlos Mazón prefirió irse de comida mientras la UME estaba desplegada en Utiel por unas gravísimas inundaciones. Ese simple hecho hubiera sido suficiente para que se fuera del cargo pidiendo perdón por una negligencia impropia de quien ostenta ese cargo. Pero los hechos son más funestos, las tres horas y media de comida de Carlos Mazón costaron un valenciano muerto por minuto y el PP en vez de asumir sus responsabilidades insulta la memoria de los muertos haciéndoles creer que mandaron el mensaje de alerta cuando estaban los valencianos ahogándose en sus coches o saliendo despedidos del salón de su casa como Rubén e Izán por culpa de Teresa Ribera. El PP nunca ha tenido escrúpulos, Carlos Mazón es un digno representante de esa ignominia y la única justicia que tendrán las víctimas se la tendrán que tomar en las urnas haciéndoles pagar la mayor tragedia de la historia de Valencia. Por la memoria de los muertos y la indecencia de la derecha.