Ya ha pasado un mes desde Nochebuena, y un poco tiempo más si tenemos en cuenta cuándo empiezan las Navidades oficialmente: cuando comenzamos con las comidas de amigos y empresa. Pero menos tiempo desde que te prometiste que ibas a ponerte “a dieta”, ya sea para recuperarte de los excesos de las fiestas o con el propósito de comer mejor y cuidarte.
¿Cuál es la realidad? Que muchos no llegan a cumplir sus intenciones más de un mes, incluso después de un par de semanas. Y es que, un mal planteamiento de base hace que sea casi imposible seguir lo que muchas veces nos autoimponemos, o nos imponen (con muy mal criterio, todo sea dicho).
¿Por qué es tan difícil estar a dieta? La respuesta es sencilla: porque es inherente a lo que actualmente se conocer como “estar a dieta”. Los errores intrínsecos que asumimos como normales y que nunca nos planteamos y nos deberíamos cuestionar si queremos tener éxito. Por eso, antes de empezar ningún régimen de comida, ten en cuenta estos factores y aprende a valorarlos y entenderlos como realmente son.
1. Objetivos
¿Qué pretendes? ¿Perder peso? ¿Entrar en un vestido o en unos pantalones que tanto te gustaban? Más que un objetivo estás pensando en las consecuencias de conseguir un objetivo. El fin último debería ser otro: salud. Estar sano. Evitar enfermedades. Envejecer con el cuerpo en el mejor estado posible. Si luego entras en el vestido y en los pantalones, perfecto. Si no entras: es el menor de tus problemas. Como objetivo es mucho más importante que en el chequeo médico te digan que todo está perfecto.
2. Tiempo
Si antes de empezar estás echando cuentas de en cuánto tiempo vas a perder equis número de kilos, o poniendo fecha de inicio y de fin de tu plan de alimentación: error. Deberíamos plantearnos este cambio como algo perdurable, de por vida. Comer bien no tiene un inicio y un fin, se debería de comer bien todo el tiempo. El problema reside en qué entendemos por comer “bien”.
3. Sacrificio
No has empezado y ya sientes ansiedad y pereza. Y es que parece que comer “bien” es castigarse. Decir adiós al placer de comer y sufrir una condena de color verde y comidas insulsas. He ahí el problema que hemos dicho antes: no sabemos realmente qué es comer “bien”.
Comemos “bien” cuando aportamos al cuerpo todo lo que necesita, en la cantidad que necesita, sin excesos ni deficiencias. Y dentro de esta premisa también entra el placer. Donde también está la pizza, el chocolate o ese alimento que te encanta. El problema no es comerlo o no comerlo. El problema es cuándo y cuánto comer, pero, fundamentalmente, qué haces el resto de las comidas. Porque esa pizza es una comida o cena de 14 que tiene la semana. Preocúpate de las otras 13.
4. Culpables
Ni hay alimentos culpables, ni la culpa la tiene tu metabolismo, ni mucho menos tú. No hay culpables, hay desinformación. Hemos aprendido a comer por imitación o por tradición, pero nadie nos ha enseñado. Por eso tu dieta, más que un sacrificio, debe plantearse como un camino de aprendizaje, de subsanar errores.
5. Días libres
Los famosos “cheat meals” o los días de “descanso” de la dieta. Caemos en volver a no entender qué es comer bien. En una buena “dieta” no hay descansos. No hacen falta. No porque no eches de menos comer ciertos alimentos, si no porque están incluidos, no son prohibidos. Y el simple hecho de no estar prohibidos hace que no tengamos esa ansiedad ni esa culpabilidad al comerlos. El problema de los días de descanso es que, como es el día de libertad condicional, comemos todo lo que no hemos comido durante la semana, pero multiplicado por 2 y por 3. Tirando por la borda cualquier avance que hayamos podido hacer. Además de convertirse en casi obligación esa “hamburguesa de los sábados”. Casi, casi como la paella de los domingos en casa de tus padres.
6. Precio
¿Te cuesta más dinero comer bien? No lo estás haciendo bien. No te hace falta nada especial. Ni frutas exóticas, ni verduras que no sean de temporada y esté el precio disparado por las nubes. Ni mucho menos pastillas, complementos, o sesiones de drenaje, détox o de cualquier cosa que te intenten convencer. Se trata de ordenar la alimentación. De hecho, “dieta”, etimológicamente significa eso: forma de ordenar la comida en el día a día.
7. Báscula
Ni en el aseo, ni en la cocina. No hace falta. Ni siquiera aunque nos mida los porcentajes de grasa corporal. El peso es un número que puede significar tantas cosas, que es mejor no hacerle caso. Es mejor fijarse en la evolución en las analíticas de sangre. De hecho, la curva del peso es de las curvas menos predecibles dentro de la nutrición. Puede que una semana pierdas grasa, pero tengas más porcentaje de líquido. Puede que hayas aumentado la masa corporal porque, además de comer bien, estás yendo al gimnasio, y un montón de situaciones más que hay que valorar. Perder peso, mantenerlo, o ganarlo es una consecuencia de tu objetivo: cuidarte, quererte, ganar salud.
8. Sólo comida
La comida es un 60% del proceso. El otro 40% (por decir unos porcentajes, pueden variar, pero para que nos hagamos una idea de la importancia) es la actividad física. No solo el gimnasio, ir a andar, o la bicicleta. Se trata de tener un estilo de vida activo. Con deporte, pero mucho más. Evitar el ocio pasivo. Mover el cuerpo no solo ayuda al peso, lo estimula para reforzar articulaciones, músculo, hormonas, y hace que nuestro gasto calórico aumente, haciendo más cómoda la dieta. Pero, sobre todo, ayuda a un buen equilibrio mental.
En resumen, si casi sin empezar a cuidarte ya no estás feliz, posiblemente lo estés haciendo mal.