Fracaso. Sin paliativos y sin edulcorantes. Es la palabra que mejor define el fin de semana de Aston Martin en el Gran Premio de los Estados Unidos. El equipo de Silverstone llegó al Circuito de las Américas estrenando seis mejoras, con lo que se esperaba que el AMR24 volviese a ser competitivo, al menos para pelear por los puntos, pero nada más lejos de la realidad.
El fin de semana del equipo ha sido desastroso desde el primer momento. El experimento de introducir mejoras en un fin de semana con formato al sprint no ha sido la mejor idea, y la sombra de las denominadas 'peoras' vuelve a ser alargada.
El sábado, Fernando Alonso logró tapar las abundantes carencias del AMR24 con una brutal vuelta en la Q2 y aprovechó el caos de la Q3 para clasificar octavo, que se convertiría en séptimo en la parrilla por una sanción a George Russell, pero no iba a ser suficiente.
Una carrera para olvidar
La carrera era la verdadera prueba del algodón para Aston Martin, y esta vez, como ya se ha convertido en costumbre, no la ha superado. En la salida, Alonso perdió tres posiciones, cayendo a la décima plaza, y pese a que parecía que tendría ritmo para ir hacia delante, la falta de velocidad del AMR24 le hizo ir hacia atrás.
Alonso estaba indefenso, sin nada a lo que agarrarse, y poco a poco empezó el goteo. Primero le pasó Hulkenberg, después le rebasó Lawson, y en la recta final, cuando de verdad se nota si un coche es realmente bueno en carera, sucumbió ante Franco Colapinto, Magnussen y Gasly.
Austin, que se suponía que sería el principio del fin de la crisis de Aston Martin, puede haber sido el principio de una nueva pesadilla. En siete días, el Gran Premio de México determinará si lo de este fin de semana ha sido un caso aislado o será la norma para los cinco grandes premios restantes.