Lewis Hamilton ha pasado en apenas cinco meses de pelear por el Mundial con Max Verstappen a ver cómo el neerlandés, en una carrera sin incidentes en su Mercedes, le dobla. A ver cómo le muestran banderas azules mientras quien fue su rival por el título se encaminaba a una nueva victoria en el GP de Emilia Romagna. Sí. Esa es la nueva realidad del heptacampeón del mundo.
Una realidad en la que ni está para pelear por victorias y en la que es hasta complicado lograr cosas que hace un año podía hacerlas con una sola mano. Cosas como son, por ejemplo, puntuar.
Puntos que no pudo sumar en el Emilia Romagna. Ni en el sprint ni tampoco en la carrera. George Russell, por ejemplo, sí pudo sumar con un gran cuarto puesto tras las 63 vueltas sobre Imola.
Sin embargo, lo que a buen seguro le dolió más a Hamilton fue ver cómo, en la vuelta 42, tenía en su retrovisor a Max Verstappen. El Red Bull era primero; él, 14º. Sí, no vio al neerlandés por estar luchando con él por la victoria.
Vio al neerlandés, al actual campeón del mundo, porque le iba a doblar. Porque iba a superarle ya no en segundos sino en una vuelta. Esto era completamente impensable incluso al terminar la pretemporada de este presente Mundial de Fórmula 1.
Pero es la nueva realidad a la que se enfrenta Lewis Hamilton. Una dura, muy dura, para un piloto que el pasado curso se quedó a una vuelta de ser octocampeón del mundo y que ya a saber si pone su mirada en 2023.
Mercedes tiene a Russell, pero las opciones de victorias son... complicadas salvo que algo cambie drásticamente y encuentren algo para que todo dé un giro de 180 grados. En McLaren lo han logrado.